jueves, 10 de diciembre de 2009

Son millones

El acto mecánico y eterno. La repetición absoluta del cliché. La molestia que produce el despertador todas las mañanas, de lunes a viernes.

La vida siempre le pareció chata, plana. O al menos SU vida. Trabajo regular. Casa regular. Esposa regular. A menudo se preguntaba cómo había llegado hasta su presente. Se pasaba noches en vela tratando de encontrar el punto en el que se apartó del camino planeado. Una bifurcación. Una distancia leve del camino original, que a medida que avanzaba, lo alejaba aún más del camino tantas veces pensado.

Y allí se encontraba él. En un lugar en el que nunca se soño.

Nunca intentó cambiar las cosas, al menos nunca seriamente. Y nunca se lo reprochó. No era comodidad. Tampoco era indiferencia. Según sus pensamientos, eso que le pasaba por la cabeza era la sensación de una vida chata, plana. Una vida normal. El medio de todo. Ni cambios rotundos, ni planteos serios.

Una muerte común. Un final común. Son millones

viernes, 6 de noviembre de 2009

End of the road

Algunas veces siento como si el tiempo no corriera.
Y simplemente me tocara observar momentos congelados.
Algunas veces apareces a un costado de mi memoria.
Como un recuerdo paralelo de un pasado factible.
Algunas veces distingo tu figura entre miles.
Pero siempre te pierdo entre pocos.

No sé cuanto tiempo toma. Cuanta sangre derramada en vasos de whisky.
No sé cuantas peleas en bares. No tengo idea cuantas internaciones.

Al final eso mismo que perseguiste, termina siendo lo único que no queres alcanzar.
Saberte terminado. Simplemente las cenizas de un ideal.

A cada final le siguió un comienzo. Y a cada comienzo un nuevo final.
Como por un tubo.


jueves, 15 de octubre de 2009

Duele

El humo sube. Llega al techo debilitado. Anémico. Mi vaso transpira. Levanto mi whisky del brazo del sillón. Lo miro a trasluz. Lo miro más tiempo del que un cuerdo lo miraría. Me pongo de pie. Apago las luces. Pongo a Bach. Subo el volúmen. Más. Mucho más de lo recomendable. Le doy otra pitada al cigarrillo. El tabaco se consume, iluminando parcialmente mi cara. La música crece. La tensión en el aire la siento en el pecho. Creo que voy a vomitar. Le doy un trago al vaso. Retengo el whisky en mi boca. Lo escupo. Grito. Arrojo el vaso contra la pared. Pienso en que jamás imaginé romper un vaso contra una pared. Situaciones extremas. Todo lo siento esteriotipado. Todo está visto. En ese momento entrás. Prendés las luces. Ves toda la basura. Todo el desorden. No decis nada. Te vas al cuarto. Te desvestís. Puedo saberte desnuda simplemente oyendo cada prenda rozar tu cuerpo. Bach sigue imperturbable. Tomo otro trago de whisky. Vuelvo a pitar el cigarrillo. Todo está visto. Mil veces repetido. Ya ni sé si duele. Ni siquiera sé si importa.

miércoles, 14 de octubre de 2009

La vuelta

Después de un año a puro trabajo, finalmente volvemos a los escenarios. La reestructuración de la banda fue más rápida de lo que pensábamos. El acople fue rápido.

El pasado, obviamente nos dejó recuerdos. Y como todo pasado, algunos recuerdos son buenos y otros no tanto. Por suerte, los buenos estan grabados:

Las Curvas de Mondrian - "Delay"

http://www.youtube.com/watch?v=YfcXRe_Y5vM

miércoles, 7 de octubre de 2009

Santa Fé y 9 de Julio

Estaba sólo. Completamente sólo. El sol le daba de lleno en la cara. Y sin embargo sus ojos no brillaban. Estaba sentado en una esquina. En el escalón de un local.
No se movía. Ni él, ni una extensión de él. Todos sus pelos permanecían estáticos. Prácticamente inmóviles.
A su alrededor, todo se movía. Todo cobraba vida. Incluso las cosas. Hasta las baldosas parecían moverse. El sol parecía contagiar vida a todo lo que tocaba.
Pero él era un punto fijo. Un punto fijo inmerso en el caos. Alejado de todo. Ajeno a todo. Sólo. Completamente sólo.

Siempre miramos para otro lado.

martes, 6 de octubre de 2009

Algo rápido

Un recuerdo formado por pequeños fragmentos de otros recuerdos. La acumulación de la repetición generando un factor común. El fondo del patio de la casa de mis abuelos. Ese aire tan fresco. Una babosa retorciendose entre granos de sal.

¿Qué será en 20 años?

viernes, 18 de septiembre de 2009

15 minutos después

Al terminar la función, todavía con los sentidos un poco alborotados, me dirigí caminando hacia la avenida. Instantáneamente noté como el foco de mi atención había abandonado su antiguo centro, la visión, para pasar a ubicarse en el oído. Mi concentración se dirigía a cada ruido que mi oído captaba. Pasos, llaves chocando entre sí, extractos de charlas callejeras. Cada sonido era percibido de manera muy consciente.

Esas cuadras caminando fueron una orquesta. Sin embargo, donde antes había imaginación, ahora había realidad. Es decir, antes, cada ruido me llevaba a una construcción imaginaria de su forma. Y ahora la construcción estaba delante de mí. Y yo no era partícipe de esta realidad. O al menos, no era el creador. No era quien le daba la forma sino, nada más, un simple observador. La oscuridad permitía otra realidad. Una realidad donde no había absolutos. Porque, ¿quién puede ser absoluto con algo que no puede ver?

Entonces, podríamos decir que la luz es absolutista. Que en el lugar donde hay un árbol y podemos verlo, ese árbol es tanto o tan poco como nuestros ojos nos permiten. Mientras que la oscuridad es más flexible. La oscuridad nos permite construir ese árbol de la manera que queramos. Quizás, negar la razón es más fácil cuando la razón no tiene nada de que agarrarse. Cuando la vista, su aliado, pierde todas sus capacidades.

No lo sé. Todavía no tengo nada en claro. Por lo pronto, aprendí a dejar ir ciertas cosas. O por lo menos a olvidarme de ciertos sentidos. Optar por apagar la luz un rato y despegarse de todas las estructuras que te atan a la realidad. A esa realidad que no es más que el reflejo de la luz en las cosas. Porque al fin y al cabo, la realidad es eso. El reflejo de la luz sobre las cosas. ¿Acaso alguien sabe como son las cosas, cuando no reflejan luz? No sé, vamos a imaginar.

Ensayo sobre teatro ciego

Desde el vamos se notaba que todas las seguridades y certidumbres no eran partícipes. O quizás participaban desde su ausencia. La primera sensación fue la falta de esa acostumbrada y aburguesada tranquilidad que nos brinda la visión. Desde el momento en el que, los nunca mejor llamados “acomodadores”, nos guían a través de una inescrutable oscuridad, comienzo a entender cuan indefenso me encuentro. No por un miedo o por sentirme amenazado, sino simplemente por la ausencia de patrones, o la presencia de uno solo, la nada.

El desarrollo de la obra me encontró imaginando aquellas estructuras que la oscuridad me negaba. Automáticamente cada personaje se convirtió en una estrecha imagen estereotipada asociada a su voz y su caracter. Al parecer, mi mente se negaba permitirle a aquellos personajes permanecer sin forma. Toda la nada que me rodeaba era forzada a convertirse. Cada escena distinta generaba un cambio de las estructuras imaginarias que regían en mi mente. Pasar de una playa a una oficina y de una oficina a una selva, era un cambio al que la cabeza se adaptaba rápidamente. La necesidad de certidumbres procuraba una construcción imaginaria lo más deprisa que se pudiera.

En algunos momentos, lograba vislumbrar algunas formas. Algunas luces débiles, prácticamente muriendo, que automáticamente recibían los desesperados intentos de aferrarse a una verdad. Pero incluso esas luces, incluso esas formas no terminaban de convencerme. En muchas ocasiones me encontraba cuestionando su veracidad. Verdaderas o no, la realidad es que la falta de estructuras, la falta de certidumbres lograban poner absolutamente todo en duda.

Finalmente, la luz. La luz destruyendo todo lo que la mente había imaginado y empapando de realidad toda la sala. Las construcciones que minutos antes ocupaban todo el lugar, se desmoronaban frente a la fría verdad y nuevamente me ubicaban en el plano de la razón cotidiana. Allí donde las cosas son tanto como nuestra visión nos permite que sean.

viernes, 28 de agosto de 2009

La rebelión de los rodados

Podríamos decir que todo comenzó de forma impensada. Quizá, nadie se lo esperaba. Sin embargo, si intentamos comprender, probablemente entendamos. Ponernos en la piel (o en este caso, en los caños) de los demás, es una forma de darnos cuenta que hay algo más allá de nuestras narices. Y si lo vemos de esa manera, la rebelión de los rodados, no es algo tan sorpresivo.
Condenados a una eternidad sirviendo de transporte, de vehículo de carga, los rodados se encontraban atornillados a una realidad terrestre. Se encontraban relegados a morder el piso. Las reglas que les impusimos, los obligaron a una vida pegada al suelo. Y el suelo no es cortés. El suelo es imperfecto. Plagado de baches y suciedad. Y allí abajo es a donde los habíamos sometido.
Pero una tarde, en una casona, la rebelión comenzó. Empezaron una bicicleta y un carrito de compras. No me arriesgo a concluir que son los únicos. La bicicleta y el carrito fueron quizá los precursores. Los únicos soñadores que no se dejaron someter. Ellos son los que lucharon.
La bicicleta, simplemente se negó a trasladar a su dueño. Apretó sus frenos con todas sus fuerzas, como unos dientes que muerden impulsados por un odio visceral. El carrito, optó por una estrategia más cercana al saboteo. Permitía que su dueño cargara sus compras en él, pero al arrastrarlo por las calles, el carrito hacía más fuerza para un costado y terminaba en el suelo, tirando todas las compras del dueño.
Sin duda que estas actitudes surtieron efecto. Quizás no el efecto deseado, pues el dueño no reconoció rebelión en aquellos actos. Confundió aquella subversión con simples defectos de la bicicleta y el carrito. Entonces, lo que hizo fue llevar a ambos a arreglar. Sorpresa sintió cuando el reparador le comunicó que no había nada mal en los rodados. Nada en mal estado. Nada roto.
El dueño volvió a su hogar. Se encontraba extrañado. No podía comprender que pasaba. Intentó volver a usar la bicicleta y, nuevamente, fue imposible moverla de su lugar. Intentó cargar unas bolsas en su carrito y, a la cuadra, todas las bolsas estaban por el piso. Evidentemente algo estaba mal. Y ese algo, no era un par de frenos trabados, no era una rueda chueca. Ese algo parecía ser la voluntad de los rodados.
Al principio, esta idea le pareció ridícula al propio dueño. No podía conciliar aquello que sentía con aquello que la fría razón negaba. Aquella noche no durmió. Se mantuvo despierto presenciando como testigo la batalla que en su interior libraban sus sentimientos y su razón. Y, quizás por ser un eterno romántico, sus sentimientos triunfaron. Ahora bien, una vez que se daba la libertad de creer en la voluntad de sus artefactos, le surgió otro problema. ¿Qué hacer? ¿Qué podía hacer ante semejante voluntad?
Mientras el dueño se debatía estas cuestiones. Tanto la bicicleta como el carrito se encontraban debatiendo sus propias incertidumbres. ¿Qué habría de hacer su dueño, ahora que sabía que ellos estaban sanos físicamente? ¿Acaso haría lo mismo que los demás dueños? Esa idea les retumbaba en el interior. Ellos sabían que la rebelión se pagaba cara. Ellos sabían que, en la historia, nunca un rodado pudo triunfar. Y la sola imagen de encontrarse en un galpón de chatarra, olvidados, empolvados, oxidados, los llenaba de temor.
Grande fue la sorpresa de ambos al ver como su dueño se acercaba a hacia ellos, pensativo. Su instinto les decía que en ese momento, el dueño tendría que haberse acercado a ellos con desinterés en sus ojos. Prácticamente con resignación. Sin embargo, encontrarlo pensativo y compasivo, fue una sorpresa que ni en sus mejores sueños imaginaron.

Ahora, el problema para el dueño se encontraba en poder entender el porqué de aquella rebelión. Intentaba hablarles, pegar su oreja a ellos para tratar de escuchar algo y sin embargo no lograba comprender nada. Parecía ser que aquellas voluntades eran mudas y no encontraban la manera de abrirse paso a través de los caños de metal.
Tanto la bicicleta como el carrito se dieron cuenta que su suerte no era completa. El destino les regalo un dueño con un corazón noble, pero la naturaleza no les otorgó la capacidad de comunicarse con él. Entender esto minó todas sus esperanzas de triunfar. Se encontraban atrapados en un laberinto sin salida.
El dueño, por su parte, comenzó a realizar un ejercicio mental. Consciente de la incapacidad de comunicarse con un par de artefactos, prefirió intentar otra cosa. Intentó ponerse en el lugar de estos rodados. Intentó recrear en su imaginación lo que sentiría al tener la vida de aquellos objetos. Pudo verse sirviendo de transporte a un desagradecido dueño. Pudo verse llevando toda la carga de las compras de la semana, compras que ni siquiera son para él. Y finalmente, pudo sentir la insoportable gravedad que lo obligaba a permanecer en el suelo constantemente. Prácticamente como una condena insoportable a no poder despegar del piso y sentir el aire, la nada, bajo sus pies.
Al terminar este ejercicio, comprendió, o creyó comprender el sueño de aquellos 2 fieles ayudantes. Permanecer, aunque sea de a ratos, por encima del suelo. Y sin dudarlo, colocó 2 ganchos en su ventana para que cada vez que termina un viaje en bicicleta o termina de hacer las compras con el carrito, aquellos 2 rodados, tengan su merecida recompensa.



viernes, 14 de agosto de 2009

15 reglas para dormir

1- Nada mejor que un libro para caer presa de un sueño pesado. Sin embargo, no todos los libros se recomiendan para tal caso. Es menester la lectura de un libro plagado de datos (preferentemente históricos para evitar caer en el análisis actual de la sociedad de la que formamos parte y amargarnos). Por citar un ejemplo: “El ejército de Alejandro Magno estaba compuesto por 31.546 hombres; De los cuales, 12.347 pertenecían a la caballería, 6.506 eran hoplitas, 4.349 mercenarios griegos, etc”

2- Las historias fantásticas nos retrotraen a nuestra niñez, época en la cual gozábamos de muchas horas de sueño y pocas responsabilidades. Sin embargo, ya estamos un poco grandes para pedirle a alguno de nuestros padres que nos lean el cuento de “Los tres chanchitos”. Un reemplazo muy útil para las historias fantásticas puede ser proporcionado por nuestra clase política y dirigente. Escuchar discursos y promesas de campaña ya se ha convertido en un género literario de fantasía muy apropiado para conciliar el sueño.

3- Para aquellas personas hiperactivas y ansiosas, la tecnología fue de gran ayuda. La función “Sleep”, que poseen la mayoría de los televisores, les permite caer profundamente dormidas sin tener que enfrentarse al silencio, la oscuridad y la soledad. Esta regla también es muy efectiva para las personas miedosas.

4- Un clásico. El baño caliente, humeante y repleto de vapor tiene la virtud de relajar los músculos y convertir a la persona más nerviosa, histérica, o similar, en una masa gelatinosa únicamente dispuesta caer rendida y semi húmeda en la cama.

5- Evitar comidas con texturas agresivas, como la carne y privilegiar aquellos alimentos más similares a la textura de una nube. El puré de papas y la leche tibia son dos titanes que ayudan a obtener un plácido sueño.

6- Procurar que la cama se encuentre correctamente hecha. Si es necesario, incluso se recomienda rehacer la cama. El tiempo que se pierde en esta práctica, será bien recompensado. Aquella persona que se muestre reticente y vaga para armar su cama, recibirá un sueño de las mismas características.

7- La música es un arma de doble filo y sólo debe ser utilizada por personas que tengan un excelente control del volumen y que sepan elegir el artista con una precisión casi quirúrjica. No dejarse engañar por atributos vocales, hay que poder entender la esencia del músico. Un Barry White a los ojos de un inexperto puede parecer una gran elección por su tono vocal, sin embargo, es probable que su música genere una sensación de despecho y angustia amorosa poco recomendable para un buen dormir. Una elección recomendable podría incluir algún concierto para piano de Chopin.

8- Queda terminantemente prohibido el uso y, mucho más, el abuso de las cuentas matemáticas destinadas a calcular las horas de sueño que disponemos. Pensar en la cantidad de horas que disponemos para dormir, únicamente genera ansiedad, lo cual, nos impide dormir correctamente y genera un círculo vicioso. Este círculo vicioso funciona generando ansiedad y obliga a realizar cálculos nuevos cada media hora, los cuales. Claramente. indican menor disponibilidad de horas de sueño y a la vez generan una mayor ansiedad.

9- Organizar el transcurso de los días es una actividad muy común en la gente. Sin embargo, es de suma importancia evitar la realización de estas planificaciones en la cama. Los procesos mentales estructurados y rígidos van en contra de la naturaleza misma del sueño. Es mejor dejar a la mente en libertad y desconectarse de las responsabilidades, como cuando éramos niños (ver regla 2).

10- Un caso muy particular es el de los trasnochados. Ellos suelen encontrarse asiduamente en un problema. La falta de sueño y la necesidad de despertar al día siguiente temprano suele ser una fuente de inconvenientes para obtener un sueño reparador. En estos casos, es imprescindible evitar el zapping. El zapping nos puede atrapar con una película de medio pelo que, en nuestra desesperación producto de la falta de sueño, puede ser fatal. Engancharse con una de estas películas solo produce sentimientos de culpa durante el transcurso de la película y ojeras por la mañana. En cambio, se recomienda plantarse en un programa de la Iglesia Universal de Jesús. Los testimoniales actuados y el dulce acento portugués es una garantía de buen sueño.

11- Mantener la limpieza de la cama es una de las reglas fundamentales. Queda terminantemente prohibido el consumo de sándwiches en la cama. Los mayores inconvenientes los generan los sándwiches de pan tostado o baguetes. Las migas duras quedan en la cama y se clavan en la piel como lanzas. Si bien, pasar la aspiradora suele solucionar este inconveniente, la molestia ya no conoce vuelta atrás. Esto sin mencionar a muchas personas que aún después de aspirar comentan que su cama “nunca más volvió a ser la misma”.

12- La radio suele ser un elemento recomendable si uno sabe explotar sus ventajas. Lo fundamental es saber elegir el programa y, obviamente, tener un criterio sensato en cuanto al volumen. Los programas que se recomiendan son aquellos donde prácticamente no se pasa música, sino que se generan monólogos o comentarios de personas con tonos de voz relajantes y envolventes.

13- Para aquellos que duermen acompañados, es importante, no tanto el delimitar los espacios propios de cada uno en la cama, sino el mutuo acatamiento de las reglas. Una pareja que pueda conciliar el sueño, es una ayuda más para atraer el buen sueño para uno. A su vez, una pareja que tenga problemas para dormir, se convertirá, tarde o temprano, en un reloj despertador sonando a cualquier hora.

14- Si uno quiere dormir bien, tiene que evitar pensar en dormir. Estudios demuestran que aquellas personas obsesionadas con el sueño solo consiguen permanecer despiertos para seguir alimentando su obsesión. Dormir bien no es algo que se obtenga pensándolo, el pensarlo simplemente aleja el sueño.

15- Por último, evitar las reglas para dormir. El buen sueño solo se consigue dejando de lado todas las reglas.

lunes, 13 de julio de 2009

Anteojos Nuevos

Te pensaste entre perlas
Adornada de estrellas
Me diste visiones
De tiempos sin guerras

Escapabas de todo
En sueños turquesa
Sin un dios a tu lado
Eras mi princesa


Y el recuerdo de tu voz
Que arañaba entre promesas
No me salva por dejarte
Nuevamente en tinieblas

Me enseñaste a ser suave
Entre tanta dureza
Con tus ojos sabias
Ensancharme las venas

Gritabas al cielo
Muchas glorias, más penas
Miles de horas pasaron
Para olvidar tu esencia


Y entre cuatro paredes
Eras mi única idea
Espero no me odies
Por perderte allá fuera

martes, 7 de julio de 2009

La mirada del segundo

Mil teorías se tejieron alrededor del alunizaje del 20 de Julio de 1969. Sin embargo, ninguna de ellas estuvo en lo cierto. Quizá, a los burócratas de la NASA no les guste lo que tengo para decirles, pero créanme, lo que les digo es la verdad.
Yo, Edwin Aldrin, estuve allí. Lo vi con mis propios ojos. Lo sentí con mis propias tripas. Allí arriba (quizá decir “arriba” no es un término adecuado, pero creo que todos nos sentimos “bajo la luna”) las leyes normales no se cumplen.
Como todos saben, Neil fue el primero en pisar la luna, y al instante de hacerlo, noté que algo estaba fuera de lo normal. ¿Saben qué? El primero en descender sobre la luna debí haber sido yo. Extrañamente la hora pautada para que Neil bajara y nos encontráramos nunca llegó. Su reloj se adelantó. El mío se atrasó. ¿Coincidencia? No lo crean. En la luna nada es igual a la Tierra. Usar reloj es una invitación al desencuentro.
Cuando logré reponerme del shock, me acerqué a la escalera y comencé mi descenso. En el mismo instante en que puse mi pie derecho sobre el escalón, noté que algo no estaba bien. Sentí Frio. Mucho frio. Y una oscuridad absoluta. ¿El responsable? El sol. El mismo sol que nos alumbra y da calor en la tierra, en la luna es pura oscuridad y frio polar.
Intenté acercarme a Neil, pero algo me detuvo. Su huella. La famosa huella. El “pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad” era raro. Se veía raro. En mi desesperación, busqué el mapa y para mi sorpresa comprendí qué era lo que andaba mal. El lugar de alunizaje no era el esperado. No estábamos en “tierra”, estábamos en un lago. La suerte estuvo de nuestro lado y nos salvo de morir ahogados en un mar de tierra. Porque allí, en la luna, la tierra es líquida. La tierra es transparente. La tierra es lo contrario a lo que alguien cuerdo esperaría.
Desesperado, volví a la nave. ¿Era esto posible? ¿Acaso las leyes normales no tenían validez aquí? Todo eso era demasiado para mi cabeza. Pensé en mi mujer, en mis hijos. No sentí nada. El amor que antes supe sentir, se había evaporado. De hecho, me preguntaba si alguna vez había sentido algo cercano al amor. Allí, el amor no era más que un pensamiento. No era más que el deseo de morir.
Puse manos a la obra. Decidido a terminar con mi vida y la de mis compañeros, me acerqué al panel de control. Desarmé la fachada del tablero y con mi tijera intenté cortar el cable de energía. ¿Saben qué? El cable ya se encontraba cortado, el alunizaje había dañado el mismo y con ese cable roto, jamás podríamos volver. Sin embargo, mi impulso por morir era tan grande que no pude detener el ademan de cortarlo con la tijera.
Y si se preguntan cómo hoy estoy aquí, esto es porque en la luna, entre otras cosas, las tijeras no cortan. Únen.

lunes, 6 de julio de 2009

Extracto de las memorias de un loco cuerdo

…y hoy me encuentro entre estas cuatro paredes. Supuestamente para recuperarme. Un indicio más de que el loco no soy yo sino ellos.
Pero no voy a desesperar. No voy a dejar que cambien mi realidad. Mi realidad que marca las horas mucho mejor que todos los relojes. Que todos esos relojes que solo sirven para generar desencuentros. O acaso, ¿alguien puede negar que no existe tal cosa como el desencuentro al cruzarse fortuitamente con un amigo en la calle? En una de esas mini charlas callejeras que jamás fueron pautadas por el reloj. Allí no existe ni desencuentro ni relojes.
No hay caso. Ellos siguen con su postura. Yo con la mía. Hace unos días tuve una charla con el director de este lugar. Al ver unas tijeras en su escritorio, comenté que aquel me parecía uno de los objetos que mayor unión puede crear. Recordé para mis adentros como, en la primaría, mi madre me ayudaba a recortar las figuritas de los próceres para pegar en el cuaderno. Recordé como su mano guiaba la mía a través de la silueta de un San Martín, de un Cabral. ¡Qué cerca de mi madre me sentía en esos momentos! Y sin embargo, para mi sorpresa, el director denegó una vez más mi alta médica.
No encuentro consuelo alguno aquí dentro. Ya no se me permite siquiera pasear por el parque, ya que algunos empleados se han quejado de que mancho el uniforme con tierra. “Manchar con tierra”. Me parece algo tan absurdo que no entra en mi cabeza como la tierra puede manchar. Si acaso, ¿no hay mejor limpieza de espíritu que oler tierra fresca? ¿Oler esa tierra casi líquida?
Sin duda no saldré de aquí pronto. No mientras no entiendan que mi sol es aquel que está adentro mío. Que mi sol es oscuro. Frío. Mi sol es pena. Mi sol es lo que me empuja a ver las cosas de manera diferente al resto. Mi sol es aquel que me dice que no existe el amor entre los seres vivos. Y que aquel motor que todos llaman amor. Aquel intento humano de alcanzar la felicidad. No es más que la raíz de todos los sufrimientos. Sin ir más lejos, aquellos que dicen amarme, son aquellos que firmaron para entregarme a esta estadía indeterminada en el reino donde los locos son cuerdos.